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Hola, han pasado algunas semanas desde que escribí por última vez, siento el retraso, pero caray, más vale tarde que nunca sin ninguna duda.

Nuestro periplo por Europa, aun ronda la legendaria tierra de Flandes, tras visitar Bruselas, Brujas y una breve parada en Ostende, llegamos al final de nuestro tour belga arribando en  Gante. Ciudad mítica, de enorme esplendor a lo largo de toda la historia desde que fuera fundada por los celtas y fuera cuna de Carlos V.

Serían en torno a las 4 de la tarde cuando llegamos, no habíamos comido nada desde que nos habíamos levantado en Brujas, y nuestros estómagos rugían agitados. Recuedo especialmente la comida de aquel día que consistió en maíz, atún y algo de pan.

La estación de ferrocarril estaba a las afueras de la ciudad, y allí pasó algo que determinó el resto de nuestra estancia en Gante. La aparición de un ángel belga que hablaba español y que resultó ser una persona excepcional. Me explico: A lo largo de toda nuestra etancia en Bélgica, Adrián había hablado de un tal Guillermo, que presuntamente en unos de sus viajes en bicicleta, había pasado por su pueblo (La Vega del Codorno) y enamorado por sus gentes y su belleza se había quedado allí casi cuatro años, trabajando codo con codo con su abuelo. Esta era toda la información que tenía junto con un número de teléfono, ni siquiera sabíamos en qué ciudad vivía. En la estación Adrián cogió el teléfono y estuvo un rato intentando contactar con él,  siendo todo el esfuerzo en balde. Cuando ya estábamos espoleando a Adrián para que abandonase tan improductiva tarea, al otro lado de la línea sonó una voz familiar, en efecto, era Guillermo quien increíblemente vivía en Gante y quien se ofreció a acogernos en su casa cuantas noches fueran necesarias.

Acordamos vernos en una céntrica plaza a la que llegamos tras caminar un rato, fuimos por calles secundarias por lo que en ese primer momento no vimos nada digno de mención. Cabe mencionar que la ciudad se había engalanado para celebrar un festival de música que se da todos los veranos, el Gentsee Festeen, un festival que dura diez días y donde se conmemora la ascensión al trono de Leopoldo I en 1831.

Llegamos a la plaza esperando la llegada del tan misterioso Guillermo, iba pasando el tiempo y llegamos a creer que no vendría pero finalmente y tras más de una hora apareció en una destartalada furgoneta. Su español era exquisito, tanto o más que su físico, de una altura importante, pelo rubio ondulado y una sonrisa contagiosa. Tras las presentaciones nos llevó a su casa que no estaba en la misma ciudad sino que requería unos 20 minutos de camino. Su casa resultó ser un pequeño chalet en el que él mismo hacía y deshacía a su antojo. Ahora se encontraba inmerso en la construcción de un nuevo cuarto de baño; era un personaje realmente increíble. Luego nos condujo a un cobertizo donde tenía su batería, además tocaba la guitarra, la armónica y cantaba. Era un centroeuropeo al uso, de costumbres sanas y ecologistas, vegetariano y que se movía en bici siempre que era posible. Tras descansar un rato, la noche aun no se  había echado encima y decidimos salir a tomar algo por la ciudad.

Esta es otra de las noches reseñables del viaje. Empezamos la jornada en una de las pequeñas tabernas que había a la orilla de un canal, se nos presentó una carta de cientos de cervezas y haciéndonos los entendidos escogimos una al azar. Quien haya estado en Bélgica sabrá que la cerveza de allí nada tiene que ver con la nacional, empezando por la enorme variedad y terminando por la graduación, son cervezas de muhco más fuertes alcanzando fácilmente los 10 grados.

Salimos de allí y fuimos conducidos a una tasca muy popular entre los ganteses, donde una pintura de la cabeza del dueño presidía la entrada. Tras tomar la consabida ronda de cervezas, Guillermo nos instó a probar un chupito que elaboraban allí mismo, y nosotros, presas de nuestra inocencia, accedimos. Juro que nunca he probado algo más terriblemente fuerte que aquello, ni absentas ni nada, era un aguardiente elaborado con guindillas que desde que entraba en contacto con tus labios hacía que ardiera todo el tracto digestivo y el escozor permanecía largo rato. Nosotros pusimos cara de “qué he hecho yo para mercer esto” mientras Guillermo reía con sus sonoras carcajadas.

La tarde se tornó noche y eso no impidió que continuaran cayendo más cervezas. A las 12 de la noche nuestro estado no era el óptimo y decidimos ir a una de las carpas del festival a alternar un poco, pero nuestro periplo fue breve y retornamos a la casa. Uno de nosotros tres llegó realmente perjudicado a casa, solo diré que yo no fui, a partir de aquí dejen volar su imaginación.

Nos acostamos en torno a las 2 bastante tocados. Pues bien, a la mañana siguiente al levantarnos en torno a las 10, Guillermo llevaba desde las 6 arriba trabajando en sus obras y nos había preparado para desayunar unas estupendas tortillas vegetales. Aquel hombre jamás dejaría de sorprendernos.

Durante la joranda que se avecinaba, él no pudo acompañarnos y cogimos un autobús que nos trasladó al centro de la ciudad. Aquí hay un extraño vacío en mi memoria y no recuerdo en que gastamos la jornada. Lo sentimos, pero es que… ¡Han pasado ya 3 largos años desde aquello!

Al llegar a la ciudad visitamos el El Castillo de los Condes de Flandes (Gravensteen), construdo en el siglo XII, y que sirvió de elemento defensivo a la ciudad durante todo el Medievo, hoy está perfectamente restaurado, recuerdo también la colección de armas y útiles de tortura que había diseminados por él.

Más tarde cogimos un barquito y dimos un agradable paseo por los canales, visitando lo que en su momento fue el lugar de nacimiento de Carlos V. En cuanto al resto del día no tengo muy claro que hicimos, anduvimos de aquí para allá, pero no recuerdo haber estado en ningún sitio en particular. Luego perdidos por la ciudad llegamos a una calle que resultó ser la zona de las putas, nosotros quedamos impresionados de que las chicas fueran expuestas en escaparates, no sabíamos lo que significaría Amsterdam en ese sentido.

Por motivo del festival la ciudad estaba atestada de gente, había escenarios en cada plaza e incluso en plataformas sobre el agua, había mucho colorido, grandes adornos florales y enormes pancartas en las fachadas.

La ciudad, es similar a Brujas, pero todo menos ideal, fachadas de ladrillo envejecido, con tonos pardos y rojizos, pero con un encanto para mí superior. La ciudad es más grande, los edificios también, no está compuesto todo por casitas de 1 o 2 pisos, pero desde luego y sin querer compararlas es una ciudad que es preciso visitar. La silueta está trazada por edificios altos, que han acogido a los diversos gremios de la ciudad, grandes almacenes de ladrillo que denotan el pasado comercial de la ciudad y tejados puntiagudos en forma de aguja por la riqueza de sus edificios religiosos y administrativos. La mejor forma para visualizar todo este conjunto es navegando por los canales.

Al anochecer retornamos a nuestra casa de acogida y para ese entonces ya había regresado la familia de Guillermo, su mujer y  sus dos hijos, que habían pasado unos días en Inglaterra. Cenamos, y tras disfrutar de los cánticos con que nos deleitaba Guillermo (fiel seguidor e imitador de Pabo Ibañez) nos acostamos en aquel, nuestro feliz hogar.

A la mañana siguiente nos recibieron con otro copioso desayuno y tras despedirnos de todos, Guillermo nos condujo hasta un embarcadero donde cojimos un Ferry que nos condujo hasta la estación de tren. Nuestro siguiente objetivo en el mapa era Holanda, para ser más exactos Rotterdam. Esta ciudad era una completa incógnita para nosotros, la tomabamos más bien como un punto de enlace hacia Amsterdam, pero nos sorprendería gratamente. Pero esa es otra historia.

Hasta la próxima.

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Fernando Guardia O’Kelly


No tenía intención de publicar esta semana, pero al levantarme esta mañana y abrir mi correo, un email me ha hecho cambiar de idea; mi querido amigo Javivi ha comenzado la crónica de su Interrail 2010. Por ello, y para que no me tome la vencida, me dispongo a bucear en mi ahora atestado de semiología cerebro, para llamar a la puerta del rincón de mi hipocampo reservado a nuestro viaje.

El Bufón en el albergue

Cuando tomamos el tren rumbo a Brujas nos dimos cuenta de algo que sería la tónica a seguir en las jornadas que quedaban por venir; no nos habíamos duchado, no nos habíamos cambiado de ropa y estábamos reventados.
En el centro joven de Bruselas, aparte de darnos de desayunar nos dieron el teléfono de un par de albergues en Brujas. Muy inteligentemente, nos decantamos por el primero que nos cogió el teléfono; un albergue situado a varios kilómetros de la ciudad, a donde nos llevaría el alberguista en coche.

Leo y el juego tradicional

Salimos de la estación y allí estaba; una furgoneta negra, con los cristales tintados, con un individuo vestido de negro y con unas gafas de sol, apoyado en la puerta. No sin ciertas dudas, nos montamos en el vehículo, y bendito momento en el que lo hicimos; aquel tipo era el hombre más majo que nos habíamos encontrado hasta el momento. Nos dio un giro por toda la ciudad, mostrándonos los sitios más interesantes que visitar. Tras ello, tomamos rumbo al albergue, lugar del que no saldríamos en el resto de la tarde.
Pudiera pensarse que qué pérdida de tiempo desperdiciar un preciado día de nuestro Global Pass. A aquellos que lo piensan les digo:
“Acuéstense a las mil de la madrugada medio borrachos. Háganlo en un parque, y a ser posible en una ciudad con metro subterráneo. Cuando se levanten , castañeteándole hasta las ideas por las vibraciones del subsuelo, échense a andar todo el día, con la certeza de que no tendrás un respiro en un mes”
Llegamos al lugar de nuestra futura pernocta, y nos

Billar holandés

sorprendió en demasía el preciosismo del lugar. Disponíamos de lavandería, habitación privada, billares, un jardincito a orilla del río, y un alberguista para satisfacer nuestras necesidades, y también los oscuros deseos de nuestro amigo Leopoldo. En cuanto llegamos nos echamos a dormir, y cual no sería nuestra sorpresa, cuando al despertar era de noche y habíamos dormido 5 horas. Avergonzados, pero sumamente recuperados, salimos a dar un pequeño paseo por los alrededores del albergue.
Tanto Fernando como yo somos grandes fans de Arturo Pérez Reverte, especialmente de las Aventuras del Capitán Alatriste.
Aquel corto paseo me transportó a los tiempos de trincheras donde tantos valientes españoles se dejaron los arrestos y hasta la gorja, peleando por un rey y un Dios que los tenía olvidados, y también por una tierra que jamás los recordaría. En aquel momento rememoré la conversación que había leído en la primera de las aventuras del Capitán, cuando el Condeduque de Olivares le pregunta a Alatriste por aquella tierra, a lo que éste respondía de esta forma tan escueta y precisa.
“Señor, Flandes es un infierno; llueve sobre mojado y el sol es negro”

Ya de vuelta, quedamos con Manuel, el alberguista, quien hablaba inglés, alemán, flamenco, francés , español y Dios sabe cuántos idiomas más, para tomar una cerveza. No serían ni una, ni dos, ni tres, sino más de media docena.
Entre duvels y leffes, Manuel nos mostró varios juegos populares de la tierra, quedándose grabado en mi memoria uno que consistía en tirar unos dados en un recipiente de madera, y beber y beber daba igual el número que sacaras.
Fernando y yo extenuados nos fuimos a dormir, y dejamos a Leo y Manuel a solas en el bar. Fernando se quedó leyendo y jura que unas horas después vio a Leopoldo despedir al alberguista con un cariñoso beso en los labios.

Jóvenes hispanos con el alberguista amable


Nada más compañeros. Quizá esta no sea la entrada más divertida del blog, pero forma parte de nuestra gran aventura, y como tal debe ser contada.
En breves hablaremos de Brujas, una de las múltiples “Venecias del norte”, hasta entonces y para abrir boca, os recomiendo ver la película “Escondidos en Brujas”, dirigida por Martin McDonagh y protagonizada por Colin Farrell y Brendan Gleeson.

P.D: para amenizar el relato he incluído la historia de amor de Leopoldo y Manuel, pero, para ser fiel a la verdad, y teniendo en cuenta que probablemente Leo lea esta entrada, es justo decir que no sucumbió a los múltiples coqueteos del alberguista amable.

Adrián Cardo Miota
@CardufoDaConca

InterRail – Días 4 y 5: Bruselas


Hoy estamos de enhorabuena; He encontrado nuestro cuaderno de bitácora del Inter-Rail!! Y para celebrarlo, qué mejor que continuar con nuestra crónica.

De buena mañana tomamos un tren en la Gare di Lyon que, tras un transbordo en Charles de Gaulle, nos llevaría a Bruselas.  En nuestros someros planes, Bruselas era una pasantía hacia Brujas, planeando partir la misma noche de nuestra llegada. Pero, ay ilusos.

Grand Plaze - Bruselas /Fuente Propia

Llegamos a aquella estación que se nos presentaba caótica y fea, y tras dejar nuestras maletas en consigna, partimos presurosos a los baños. Eran éstos de pago, asi que decidimos pasar los tres juntos y hacer nuestras necesidades. Ya aliviados, abrimos la puerta y nos encontramos con tres bellas españolas cuya cara de sorpresa al vernos salir juntos se

tornaría en enfado al degustar el dulce aroma que a dejamos en el excusado.

Ejemplo Bruselas y el cómic - Tintín /Fuente propia

Salimos de allí escopetados rumbo al centro de la ciudad. Durante todo nuestro viaje nos llevaríamos más de una sorpresa con respecto a las ideas preconcebidas que teníamos de algunos lugares, pero, sin duda, la sorpresa mayor sería Bruselas, dadas las pocas expectativas que teníamos puestas en ella. Bautizada como la ciudad del cómic, Bruselas tiene un casco antiguo sumamente interesante, donde los muros de las casas decorados con escenas de zipy y zape o Tintín, junto con la típica arquitectura belga, te introducen de lleno en un universo del que no quieres salir. Poco tardamos en cambiar de opinión y decidimos pernoctar allí. Tras un par de visitas a albergues y mientras reposábamos la comida tumbados enfrente de la catedral, decidimos

Leo y su colega en Bruselas/ Fuente Propia

que ese lugar exacto nos serviría de habitáculo, y el suave césped sería nuestro colchón. Esa fue amigos la primera de una divertida lista de noches que pasaríamos al raso, y no fue la peor de ellas.

Al caer la noche, decidimos dar un último paseo antes de ir a dormir, y bendito momento en que lo decidimos, pues al llegar a la Grand Place nos encontramos un panorama embriagador: grupos y grupos de gente tirados bajo la luz de la luna disfrutando de misiles y misiles de cerveza (latas de 66cl). Una amplia sonrisa presidía nuestros rostros mientras corríamos a un paquistaní a comprar un buen puñado de misiles Jupiler (no la mejor, pero sí una de las más baratas cervezas belgas). Llegamos de nuevo a la plaza y nos dejamos llevar por el sonido de una guitarra española que un andaluz tocaba, acompañado por un mejicano armado con un instrumento mejicano llamado requinto jaracho. Agrios como ellos solos, nos ignoraron completamente y cuando el andaluz dejó la guitarra de lado para flirtear con una bella joven flamenca, la tomé sin dudarlo y empezamos a cantar. Quizá ese fue el momento más mágico de todo el viaje, cuando tocando No woman no Cry, empezamos a vernos rodeados por gente de diferentes nacionalidades que se unían a nuestros cánticos. Especial mención merece la canción de Knocking on Heavens doors, cantada a coro por 2 letones, 1 mejicano, 1 marroquí, 2 franceses, 1 camerunes que podía pasar por el gemelo perdido de Etoo, 1 belga, 2 tunecinos y 2 individuos que no llegué a alcanzar de donde eran, pero que se parecían bastante a Pete Doherty. Gran noche aquella, donde, como la mayoría de las noches, no nos comimos un colín, pero disfrutamos de la compañía de gente sumamente interesante, como los dos tunecinos, que estaban en Bélgica grabando un disco, y que, uno guitarra en mano, y el otro cantando y haciendo sonar el chivato del paquete de tabaco como si de un saxofón se tratase, hicieron las delicias de todos los presentes.

Finalmente nos quedamos solos y acudimos a

Detalle de una farola florida en la Grand Place/ Fuente Propia

nuestra cita con el césped, el saco y el cielo estrellado como techo. Poco puedo decir de aquello, pues según me dejé caer, entré en un trance del que ni el sol de la mañana, ni el metro que pasaba bajo nuestros lechos, pudieron sacarme. Llegados a este punto, debo describir la preparación de Leopoldo para nuestro viaje. Siendo el primero que defendía el no pasar noches en albergues, sino al raso, no es que no se llevara saco (que no lo hizo), sino que el muy avispado no se llevó ni pantalón largo, ni sudadera, ni toalla, ni nada que no fuera

unas cuantas mudas, alguna camiseta, pantalones cortos y una cuchara de café (quizá pensó que aquella cucharilla le haría las veces de cuerda, cuchillo, cantimplora…)

Tras levantar, fuimos a un centro joven donde amablemente nos dieron gratis de desayunar, ultimamos nuestras escasísimas compras y volvimos de nuevo a la estación, para poner rumbo a Brujas!

Una de las cosas de las que más me arrepiento del viaje, es haber dejado la cámara de fotos en la consigna aquella noche, pues me hubiera gustado conservar alguna foto de aquella noche. Sin embargo, aun hoy cuando toco Knocking on Heavens doors con mi buen amigo Holloway, me acuerdo de Iff el camerunes, los tunecinos y hasta del borde del andaluz.

Primeras de tantas cervezas que disfrutamos en Bélgica/Fuente propia

Aquí os dejo algo de información que he sacado de este interesante blog:

http://letraspasajeras.wordpress.com/2010/06/04/bruselas-rinde-culto-al-comic/

-Centro Belga del Cómic. Página web: www.cdbd.be.

-Directorio de frescos y estatuas de cómics en Bruselas: www.brusselsbdtour.com

-Más datos útiles: www.brusselsinternational.be

-Oficina de Turismo de Bélgica: www.visitbelgium.com

Adriàn Cardo Miota
@CardufoDaConca